Una mujer realizada
Josep Miró i Ardèvol (*)
La imagen de unas mellizas ha despertado el interés de los medios de comunicación internacional. Unidas por el abdomen, compartían el hígado hasta que una brillante operación las ha separado con éxito. La mezcla de capacidad demostrada por la ciencia, la imagen de las dos niñas, ciertamente cinematográfica, de una fotogenia increíble, parecían escogidas ex profeso, aunque no sea así, y el buen humor y la entereza de la madre, han contribuido a rodear este hecho de algo muy infrecuente en nuestros días, de alegría. Mucha gente se contagia durante unos instantes, algunos quizás mucho más tiempo, de la alegría que médicos, madre, y abuela, -muy importante en este caso-, manifestaban.
La imagen de unas mellizas ha despertado el interés de los medios de comunicación internacional. Unidas por el abdomen, compartían el hígado hasta que una brillante operación las ha separado con éxito. La mezcla de capacidad demostrada por la ciencia, la imagen de las dos niñas, ciertamente cinematográfica, de una fotogenia increíble, parecían escogidas ex profeso, aunque no sea así, y el buen humor y la entereza de la madre, han contribuido a rodear este hecho de algo muy infrecuente en nuestros días, de alegría. Mucha gente se contagia durante unos instantes, algunos quizás mucho más tiempo, de la alegría que médicos, madre, y abuela, -muy importante en este caso-, manifestaban.
Hay reconocimientos
periodísticos en el sentido de que esta mujer ha sido muy valiente en cuanto a
asumir la operación de lo que más quiere, sus hijas, y que ahora este valor
encuentra su recompensa. Pero, lo más meritorio de todo este proceso no ha
aflorado con suficiente fuerza, la condición necesaria para que esta alegría se
haya producido es la de que la madre, en el momento clave del
embarazo, decidiera que iba a tener a sus mellizas a pesar de conocer el
inconveniente que sufrían, que permitía abortar legalmente. Los médicos le
presentaron la situación y le dieron tiempo para pensar, advirtiéndole de que
el plazo máximo era hasta la semana veinte para poder abortar legalmente.
La madre, con la ayuda de
la abuela, decidió no hacerlo. La abuela le dijo a su hija: “tenlas, porque
si no lo haces te arrepentirás toda tu vida”. Hablaba una voz que tiene
muchos más años de experiencia a sus espaldas, hablaba como madre y futura
abuela y también como mujer, y sabía, por ello, que renunciar a un hijo por
miedo, por conveniencia, por estar atravesando un mal momento, trae
consecuencias indeseables. También se ha dicho pronto que Meritxell, la
madre de las mellizas, está en el paro, pero abortar tiene un coste enorme, que
aparece y desaparece a lo largo de toda la vida, para quien ha renunciado por
voluntad propia a ser madre. Y su vida seguirá ligada siempre al hijo
engendrado y no nacido.
Estas dos mellizas tan
encantadoras, que ahora todos aplauden y celebran, no estarían aquí si se
hubiera hecho caso de las recomendaciones de algunos médicos, si Meritxell en
lugar de confiar en su madre, en la futura abuela, hubiera atendido a la
cultura hegemónica dominante, ésta que también impregna a los servicios
asistenciales de los Ayuntamientos, las Comunidades Autónomas y el propio
Gobierno del Estado. Es un triunfo de la medicina, sí, pero es sobre todo un
triunfo humano, es el triunfo de la vida, que cuando se asume en su plenitud
siempre encuentra recompensa.
(*) Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos
(*) Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos
1 comentario:
Maravillosa historia. Esto es lo que necesitamos leer en lugar de las noticias. Gracias.
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