RECUERDOS DE UNA MIRAFLORINA (2)


RECUERDOS DE UNA MIRAFLORINA  (2)

 

EL PARQUECITO SALAZAR

 
 
        ¿Qué miraflorina no recuerda con nostalgia, allá por los años 50,  ese increíble milk-shake de fresas en el Cream Rica de la Avda. Larco? La introduccion del "fast food",  con sus  hamburguesas, hot dogs,  el exquisito  Banana Split  y el helado de vainilla con fudge  caliente en copa, eran la delicia de todos. La chiquillada de entonces solía ir el domingo a la matinée al cine Leuro o al Ricardo Palma y saliendo de allí abarrotaba el Cream Rica o el Tio Sam. Todo esto culminaba luego en el Parquecito para reunirse con “la patota”. El Parquecito se había puesto de moda desde que familias piadosas del barrio instalaron un kiosko de madera donde se vendían exquisitos dulces, sándwiches triples y de pollo para recaudar fondos para  la construcción de la Iglesia de Fátima, que ahora luce  elegante en la Av. Armendáriz. La venta de dulces en el kiosko también servía de plataforma para muchas interesadas que se ofrecían  a trabajar voluntariamente con el fin de poder coquetear con algún galán desprevenido.

        Ya en el Parquecito, al que llegaban a pie o en el bus, los chicos más jóvenes se apostaban en el muro circundante y las chicas daban vueltas al parque conversando y saludándolos de reojo; los chicos les lanzaban piropos o les tomaban el tiempo a cada vuelta, bromeando si se habían apresurado o demorado. Este intercambio establecía una comunicación cautelosa para dar luego pase para que el interesado acompañara a la chica elegida hasta su casa. Los mayores, desde sus carros estacionados frente al parque, prendían las luces al paso de la chica a la que le habían echado el ojo. Cuántos romances se iniciaron de esta forma es difícil saber, pero estoy segura que al leer esta nota los recuerdos aflorarán en las mentes de las miraflorinas de antaño.

 
       De un Parquecito Salazar apacible y argollero se pasó a un lugar más abierto a personajes de otros barrios cuando se  creó la Concha Acústica, donde se daban algunos conciertos al aire libre. Tiempo más tarde esta área se convirtió en pista de patinaje para patines de 4 ruedas donde disfrutábamos de excelentes momentos de relajación cuando se armaban los grupos de expertos que armaban “el látigo” dándose la mano conocidos y extraños, en cadena, para girar velozmente por la pista.

        Imagínense la sorpresa que me llevé un día, acostumbrada a ver a mi papá siempre bien enternado, al encontrármelo con que, en mangas de camisa, patinaba raudamente, haciendo piruetas y dando marchas atrás perfectamente, que era lo que más nos costaba. Como dicen los chicos ahora, ¡ya no, ya!
   
     Al cabo de los años he regresado a este lugar encontrando un elegante centro comercial, turístico y lleno de gente y que ahora lo llaman Larcomar; quizás ha perdido su encanto pero cumple con entregar un lugar moderno de encuentro y esparcimiento para todos, como siempre lo fue.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiempo aquellos, como ha cambiado la juventud!

Anónimo dijo...

Gracias, querida Miraflorina, por haberme hecho revivir momentos alegres y felices de mi juventud

Anónimo dijo...

que recuerdos tan maravillosos me traen. que miraflorina no disfruto del
Parque Salazar! Cuantos matrimonios no se hicieron alli!