AÑORANZAS


AÑORANZAS

 

                Esta era la sala con la chimenea, ahí estaba el comedor, en el jardín en la parte delantera de la casa había un chirimoyo junto a la pérgola del estacionamiento, una gran planta de plátano y un limonero, y ni que decir de las lindas flores, etc.

         Así iba yo comentando y recorriendo junto a unos amigos a quienes mi marido y yo habíamos invitado a almorzar al novedoso restaurante tipo barras donde antes fuera nuestro hogar.  Que increíble la historia de esta casona llena de recuerdos de una etapa feliz de mi vida. Esta casa siempre perteneció a la familia. La construyó, hace cerca de 60 años, un hermano de mi madre con el propósito de ir a vivir ahí con su familia en los bajos y dedicar el segundo piso, engalanado por grandes ventanales de madera en arco que llenaban de luz lo que iba a ser su estudio de ingeniero. Sin embargo, nunca llegó a vivir ahí porque la muerte lo sorprendió muy joven como consecuencia de una operación de amigdalitis. ¡Increíble que uno pudiera morir de difteria allá por los años cuarenta! Mi tía, su viuda, con sus 4 pequeños hijos resolvió irse a vivir con sus padres y alquilar la casona para vivir de la renta. La menor de mis primas tenía sólo 6 meses cuando murió su papa. Y en la casona durante un tiempo vivieron allí varias familias. Crecieron mis primos y al casarse la mayor, su esposo decidió comprarle la casa a su suegra; la nueva familia vivía en los bajos y en los altos vivió mi tía con una de las hijas que aun estaba soltera. Ellas dos eran extraordinarias pasteleras y sus ingresos provenían de los exquisitos postres que preparaban y que saboreaba medio Lima. Nadie hacía mejor que ellas el Suspiro de Limeña, el Volador de manjarblanco y piña, el turrón de Doña Pepa, los merengues, las Manzanas alsacianas, el Huevo Chimbo, todo era una delicia. Lo curioso es que la señora que actualmente arrienda la casa para el restaurante, también pasó varios meses de su vida en esa casa, en diversas ocasiones cuando era niña, pues cuando sus padres tenían que viajar, la dejaban con mi prima que era muy amiga de su mamá. Con el correr del tiempo, mi prima y su familia emigraron a España, su hermana, la soltera, se casó y la casa la iban a poner en venta. Entonces entró en escena mi padre quien decidió comprar la casa y allí fuimos a vivir; mis padres mi hermana y su hijo, mi sobrino, ocuparon los bajos y mi marido y yo  los altos. Como decíamos, juntos pero no revueltos. Con la muerte de mis padres la casona resultaba demasiado grande para las cuatro personas que quedábamos, así es que nos mudamos a ambientes más pequeños. ¿Y la casona? La alquilamos. Ahí funciona ahora este novedoso restaurant con sus exquisitos manjares. Pero… ¿quien le provee los postres? Mi prima la que allí vivió antes. Y ¿el delicioso ají que sirven de aderezo?  Lo prepara mi sobrino nieto, nieto de mi hermana mayor. Para no creerlo, ¿verdad? Ahora convergen en la casona los antiguos y nuevos propietarios, la amiga que vivió de casualidad en diversas ocasiones y actual dueña del restaurante, los postres y el ají, todo con gran relación familiar, gastronómica y de amistad. ¿Y qué pasará más adelante con el correr de los años? Quizás, de repente mi sobrino que es chef, terminará de propietario y dueño de un  nuevo restaurante. Lima, a pesar de ser ahora una ciudad de 10 millones de habitantes, sigue siendo una aldea, no has terminado de dar una vuelta y ya te topaste con alguien conocido.

         Increíbles casualidades y añoranzas que afloraron por el simple hecho de salir a almorzar con unos amigos. ¡Bon apetit!

 

Los recuerdos son los cabellos blancos del corazón.

George Villiers

 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

ME GUSTÒ MUCHO PORQUE A MI TAMBIEN ME TRAJO RECUERDOS DE ANTAÑO

Anónimo dijo...

Que Bonito. Una historia ¡bien sabrosa!

Arturo dijo...

Gracias por permitirnos revivir momentos tan entrañables de nuestra juventud.

Anónimo dijo...

Mw gusto tu articulo, tiene tanto de importancia de la familia, sin ella, que seria de nosotros?