TRES PALABRAS MAGICAS


TRES PALABRAS MAGICAS 
            

    
            En una ocasión en que Su Santidad el Papa Francisco se dirigía a un grupo de parejas de novios próximos a casarse les decía que “vivir en familia es un arte” y que para ello debían tener que incorporar en su lenguaje diario estas tres palabras: PERMISO, GRACIAS y PERDON y que también era conveniente desempolvar, porque anda un poco olvidado, el  pedido de, POR FAVOR. Sabias palabras cuya práctica demuestra un trato delicado en toda circunstancia. Yo me permitiría añadir que si bien esas palabras son indispensables en la convivencia familiar, como señala el Papa, también lo son en toda relación humana, entre amigos, en una comunidad en general, ya sea de trabajo o de vecindad.

         El permiso va de la mano del  respeto y es enemigo declarado de la actitud del “yo primero”, los demás que arreen. Pedir permiso para tal o cual cosa no es sentirse inferior ni rebajarse, es cordialidad, es respeto por los derechos del otro que no debo avasallar. En el trato íntimo familiar, el “permiso” puede expresarse de maneras diversas, por ejemplo, no le voy a pedir permiso a mi esposo para salir a tomar un café con amigas, como lo haría un soldado a un general, pero sí le puedo decir. ¿tienes algún inconveniente en que salga un rato con las “chicas”? La cuestión es comunicar debidamente y no imponer como un derecho intocable. Si vas por la calle y está congestionada de gente, no atropellar ni empujar, más bien con voz amable solicitar que se te permita pasar.

         Las gracias, es una expresión de gratitud, doy gracias porque yo no soy la reina de Saba ni me lo merezco todo. Si alguien es amable conmigo, sea quien sea, o me hace un favor, ¿por qué no darle las gracias? Este hecho no me hace ni más ni menos como persona y en una próxima ocasión seré atendida o ayudada con mayor cordialidad.

         El perdón,  esta palabra sí que es más difícil de pronunciar porque es admitir que he procedido mal y no nos gusta reconocer errores, menos aún hacerlo a viva voz. Pedir perdón no es sumisión, es saber amar, porque es preferible acortar distancias al pronunciarla, reparar una falta que seguir en la vida agobiada por sentimientos desagradables. No importa quien pide perdón primero, lo hace el que ama más pues le da mayor valor a restaurar la cordialidad y vivir en paz, que al resentimiento. Recuerdo una vez en una reunión de matrimonios, hablando del perdón, un joven esposo decía que nada lo hacía más feliz que ver volver a sonreír a su esposa cuando por alguna falta u omisión él le pedía perdón y surgía la reconciliación.

         Y por último, y no por ello menos importante: por favor. Al tacho con las órdenes, me sacan de quicio: tráeme, apúrate, cállate, sírveme, etc. etc. Hay que saber pedir. Si pides algo con dulzura y con una sonrisa, ¿quién se va a negar a darte gusto o hacerlo de mala gana?

         Aconsejar esto a hijos y nietos y nosotras, a la vez, no olvidar de poner en práctica en la vida diaria la regla del P.G.P.:

 

PERMISO, GRACIAS Y PERDÓN.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si la gente siguiera estas reglas, viviríamos en un mundo amable y acogedor. Ojalá este artículo sirva para concienciar a las personas. Gracias AE

Unknown dijo...

Maravilloso articulo gracias esta pagina es motivante y nos ayuda mucho .