UN CONSEJO AUNQUE SEA DE UN CONEJO


UN CONSEJO,  AUNQUE SEA DE UN CONEJO
 

 
1. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

 
2. No gastes dinero antes de haberlo ganado.
 

3. No compres nada inútil con el pretexto que es barato.

 
4. No sientas nunca haber comido poco. Más vale levantarse de la mesa con apetito que harto de comer.

 
5. El trabajo hecho a gusto no cansa jamás.

 
6. No pidas ayuda para lo que puedas hacer sola.

 
7. La vanidad y el orgullo salen siempre más caros que el hambre y la sed.

 
8. Las cosas hay que empezarlas siempre por el principio.

 
9. Evita las preocupaciones y penas que sólo están en tu imaginación y que no han acontecido todavía.

 
10. Cuenta hasta diez antes de hablar cuando estás enojada y disgustada y hasta cien antes de hablar cuando estés encolerizada.

 

UP SIDE DOWN DE PIÑA


UP-SIDE-DOWN DE PIÑA

Ingredientes

    o   1 lata de piña en rodajas

o   2 cucharadas aproximadamente de miel de maple

o   100 gramos de mantequilla suave

o   2 huevos

o   4 cerezas glaseadas

o   100 gramos de harina preparada

o   100 gramos de azúcar blanca

 
Preparación

o   Enmantequillar un molde de metal para bizcocho

o   Cubrir el fondo del molde con papel manteca

o   Colocar una capa de miel de maple sobre el papel manteca

o   Escurrir las rodajas de piña del jugo y ponerlas al fondo del molde
         colocando media cereza en el centro de cada una 

o   Pre-calentar el horno a 180 grados 

o   Batir la mantequilla y el azúcar y luego agregar los huevos batiendo
         la  mezcla bien

o   Cernir la harina en una vasija y añadir a la preparación mezclando
         bien todo hasta que la masa este suave y esponjosa, una vez lista vaciar
         al molde sobre las piñas

o   Llevar al horno por 45 minutos hasta que este firme

o   Voltear el bizcocho en un plato y servir si se quiere con crema 
    pastelera, Chantilly o helados

 
¡A grandes y chicos les va a encantar!

¿CÓMO ARREGLAR EL MUNDO?


¿COMO ARREGLAR EL MUNDO?
 
 
                  Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.

         Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.  El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado.  
 
         Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.  De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba.

         Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: "como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que  lo repares sin ayuda de nadie".

         Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así.  Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.

         "Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo".  Al principio el padre no creyó en el niño.  Pensó que sería imposible que, a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.  Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.

         ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?  De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo: 

         Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste? 

          Papá, respondió el niño; yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era.

 
"Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo".

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

TODO NO ESTA PERDIDO


Todo No Está Perdido  

  
       Volví a casa con el ánimo por todo lo alto con una agradable sensación ya casi olvidada. Estuve de compras en un conocido establecimiento donde un día a la semana hay rebajas y descuentos para el adulto mayor. Llegué a esa hora prohibitiva, en que parecen haber salido todos los adultos mayores del mundo para hacer sus compras.

         Carretillas, ocupando lugares inimaginables, bastones, andadores, sillas de ruedas, se detienen a cada paso para descubrir y averiguar sobre  productos nunca antes adquiridos que se exhiben en los anaqueles. La pregunta es....¿Me conviene o no comprar este artículo sólo por la rebaja?  Mientras tanto, los que desean pasar hacen mil cabriolas para poder librarse de esta aglomeración de personas que, probablemente disfrutan de su único día de salida por semana,  acompañadas por algún pariente que, gracias a Dios, todavía no es mi caso.

         Llego a la caja y comienzo mi cola para pagar. Pacientemente espero mi turno mientras los clientes antes que yo, van poniendo sus compras en el modulo de la caja con la consabida lentitud. De pronto, ¡HORROR!  me doy cuenta que no he pesado los artículos que yo había embolsado y que tendría que regresar a las balanzas, perdiendo mi turno en la larga cola.

         Hago un comentario de fastidio en voz alta y decido  comprar solamente los artículos ya marcados para no demorar al resto de clientes al tener que desandar lo andado. Las personas detrás mío me observan, mirándome como deseando que me retire y ganen un sitio.

         En eso, escucho una amable voz femenina entre los clientes de la cola quien suavemente me dice: “No se preocupe, señora, mientras Ud. va pasando las cosas yo peso sus compras y se las traigo” y al ver mi cara de desconcierto añade: “hay tiempo”.

         ¡No lo puedo creer!  ¿Es posible encontrar todavía en esta Lima de atropellos, sicarios, corrupción, envidias, golpes bajos, rateros, a alguien amable que voluntariamente se ofrezca a ayudar a otro?

         Todo no está perdido, querida LIMA, sigue esforzándote en ser la ciudad de antes, generosa, amable, correcta donde el respeto sea una historia común. 

Cuando obras con amabilidad, ves la necesidad y das el primer paso.