RATATOUILLE


Ratatouille a nuestro estilo

 
 
 
Esta es una deliciosa forma de comer verduras variadas, cocidas en sus propios jugos, fácil de preparar y que pueden tenerse listas para calentar al momento que lleguen los invitados.

 
Imgredientes
  • 1 cebolla blanca grande o 2 medianas
  • 3 tomates maduros tipo italiano
  • 4 pimientos: verde, amarillo, naranja, rojo, uno de cada uno
  • 2 zapallitos italianos medianos
  • 2 berenjenas medianas
  • ½ taza de vino blanco
  • Al gusto: Aceite de oliva, sal , pimienta, queso parmesano, orégano

Preparación
 
Cortar todas las verduras en tiras de 5cm de largo y ½ cm de ancho.
Retirar las pepas solo de los tomates.
Después de cortar las berenjenas remojarlas en agua con sal mientras se cortan las otras verduras, luego enjuagarlas y secarlas.
Podemos preparar el ratatouille al horno o en una guisera (olla ancha y no muy profunda como en la foto).

Al HORNO; poner un poco de aceite de oliva al fondo y a los lados de un molde pyrex alargado. Colocar los tomates, luego la cebolla blanca, las berenjenas y luego ir alternando por color el resto de ingredientes, sal pimentando al gusto.
Colocar en horno calor medio aproximadamente 30 minutos. Verificar la cocción y añadir el vino blanco. Poner al horno nuevamente hasta que las verduras queden cocidas al gusto. Antes de servir espolvorear con queso parmesano, revolver con cuidado, y adornar con un poco mas de queso parmesano. Servir.

En GUISERA. Poner a dorar la cebolla en aceite de oliva y luego los tomates, salpimentar e ir añadiendo las verduras revolviendo de vez en cuando hasta el punto de cocción deseado, a fuego lento. Añadir el vino, un poco de queso parmesano, poner en la fuente y adornar con algo de queso parmesano y servir.

Queda muy rico para acompañar cualquier tipo de carne.


 

                                    ¡Hazlo exactamente como te digo!

Sabías que...


¿ Sabías que…                 (3)

 

 
Los celulares con pantalla táctil tienen 18 veces más bacterias que un baño público?

 

 

 

 

 
              
 
El ejercicio frena la pérdida de memoria en las personas mayores?

 

 

 

                                                                                                                                   
 

 

 

Los humanos aprendemos mientras dormimos?

 

 
 
 

 

 

 
 Una persona no puede besarse el codo?      

 

 

                                                                        

 

 

En un lugar de la Mancha...



NOTA: Una “fan” de este blog que vive allende los mares, “en un lugar de la Mancha…” , nos ha enviado como colaboración este simpático artículo que fue escrito por su esposo.


 
HISTORIA DE UN VIEJO MOLINO
 

Contemplaba todo el tiempo la llanura tachonada de colores; no siempre era igual, a veces era verde, otras marrón, ocre, amarillo a trozos.  Lluvia, sol, aire, frío, humedad, sequía, todo lo había visto tantas veces, tantos años.

 
 Por la pendiente ascendía el camino hecho de huella de pisada de animal, cuántas veces el barro hacía hundirse las pezuñas del burro, de la mula, agobiados por el peso del costal repleto de trigo para la molienda. Llegaban a mi puerta cansados, labrador y jumento,  y se acogían al calor familiar que en mi interior les brindaba.  Era el momento de exhibir mis habilidades: suelto el freno,  mis aspas se movían elegantes y vistosas impulsadas por el aire que las acariciaba, unidas por el eje a las pétreas muelas que trituraban los amarillos granos. Con la molienda envasada, desandando el camino, volvían al hogar, a la tahona para comer y hacer el pan y cocerlo en el horno alimentado con paja.

 
          Año tras año he sido testigo, he contemplado desde mi atalaya, todo el proceso: la arada, la siembra, la recolección, la trilla en la era, y he visto el bieldo lanzando al viento la triturada mies separando la paja del grano. He contemplado el frío de la arada y el sudor de la siega  y he esperado cada vez para cumplir mi parte en el proceso.  Siempre fue así, siempre estuvimos unidos en ese ciclo vital los lugareños y  yo, la gente de mi lugar,  la gente de mi Belmonte, la buena gente del campo.  Día y noche me recreo con la vista de mi pueblo, tengo una posición privilegiada.  Allí la Colegiata, más allá el Castillo, los caminos y las calles; abajo, las casonas de los hidalgos, las casas de los labradores,  muy cerca unas de otras como abrigándose en los crudos inviernos y protegiéndose de los tórridos veranos. Una mañana, sorprendido, dejé de ver las yuntas de bueyes que perezosas, alta la testuz poderosa, abrían surcos preparando la sementera. Habían sido reemplazadas por máquinas, había llegado el  progreso.
 

          Ya la era dejó de ser el lugar de la trilla, el  bieldo se colgó en la pared del caserón como recuerdo y las hoces ya no brillaban al sol en las siegas de julio. Y yo, ¿qué haría yo?  Los pétreos dientes molineros dejaron de girar.  Mis brazos no pidieron viento para moverlos, ya no venían las acémilas con su pesada carga haciendo camino. Dejé de ser útil, poco a poco, lentamente. No me cuidaban, dejaron de visitarme, no me necesitaban, pasé a ser una figura antigua, obsoleta, una pequeña decoración en un inmenso paisaje.  Dejaron de quererme y me fui deteriorando, un poco triste y un mucho abandonado.

 
         Con el tiempo dejé de ser molino para convertirme en historia, y me gustó.  Venían a veces visitantes y comentaban y contaban y decían, sobre todo a los más pequeños, lo que fui, la utilidad y el servicio que presté cuando joven y necesario, y me sentía orgulloso al escucharlo. También sabía que con otros  compañeros de lugares cercanos figuraba en libros famosos de historias caballerescas y en famosas batallas. Fui con ellos parte principal en las contiendas  y también me sentí orgulloso por ello.  Había sido parte activa de mi pueblo, había  inspirado a poetas, junto a mis compañeros que en la vasta llanura formaban conmigo un ejército laborioso y silencioso.  Me sentí satisfecho y tranquilo, quería seguir contemplando mi Belmonte, el sol sobre él y la luna nochera iluminándole.

 
          Hoy he sentido una angustia desconocida, un dolor llega a mi alma de molino; no es el abandono, no es el olvido, yo ya me había acostumbrado a mi soledad y, tranquilo, contemplaba la inmutable planicie que desde mi pequeño alcor domino, el pueblo que conozco casa a casa, el castillo señorial e imponente. Gozo los cambios de clima, calor, frío, lluvia y hasta, alguna vez, la nieve purísima que convertía a mi pueblo en un pequeño Belén. Hoy, un grupo de hombres o de niños, no los veía bien, han subido  hasta mi pequeña atalaya y me han prendido fuego. Las llamas han comenzado a ascender dentro de mi cuerpo, mis brazos carbonizados ya no podrán  moverse con  la caricia de los vientos, se han convertido en ceniza.
 

          He visto a los héroes correr ladera abajo, orgullosos y temerosos por la hazaña realizada.  Nunca sabrán en el pueblo quiénes fueron; el pueblo, mi pueblo, Belmonte, avergonzado, calla y consiente. Siento nublarse mi vista, no veo a mi Belmonte con claridad, se me apagan los ojos, se rompen  mis brazos, se difuminan los campos, se mezclan los inciertos colores de la campiña.  Lentamente me fatigo, me ahoga el humo,  me envuelve,  y estoy a punto de perder el sentido.
 

         Por la cuesta avanza un borrico, cargado con dos costales,  haciendo camino, se acerca y  mis aspas comienzan a girar a punto para la molienda. Una niebla espesa  oscurece Belmonte, quiero abrirme paso entre ella, no puedo, no veo. A lo lejos de pronto me siento libre,  liviano, airoso, libre con otros compañeros, compartiendo el cielo de los molinos.
 

          Un muñón se eleva solitario, una página se ha escrito, y no gloriosa, en la pequeña historia del pueblo que otrora floreció con hombres insignes.  No sois vosotros herederos de ellos, sois los infelices que no habéis sabido gozar de la historia ni de vuestra pequeña historia y estáis condenados a guardar por siempre el oprobio que produce la infamia.

                                                                                              Tomás Valverde

LOS TAITANTOS AÑOS DE PATTY




            Llegué emperifollada (*) a la hora indicada al hotel 5 estrellas en Miraflores al que me habían invitado; estacioné - gracias a la eficacia de Santa Tecla (*) - justo enfrente de la puerta del hotel. Poco elegante llegar manejando mi pequeño carro, hubiera sido muy chic que me llevara el chofer, pero la verdad es que no lo puedo solventar.

          Ingresé al enorme lobby de reluciente piso con temor a resbalarme y hacer tremendo papelón, pero menos mal que aguanté. Estas fiestas rimbombantes no son de mi agrado pero no podía dejar de ir cuando fui invitada a la “sorpresa” con mucha anticipación y cariño por las hijas de la cumpleañera. Fui recibida amorosamente por una de ellas; di un rápido vistazo y no conocía a nadie entre las varias “chicas” que ya estaban “pojchadas” (*) alrededor de las mesas. Ella muy solícita me preguntó con quienes me quería sentar y le dije que no veía ninguna cara conocida, que ella decidiera. Y mientras ella pensaba donde colocarme, dentro de mi pensaba: “rápido, hija, ¿dónde me sientas? porque los tacones altos empiezan a molestarme”. Salomónicamente optó por ubicarme con sus tías a las que yo no veía desde hace mil años cuando se casó mi amiga. ¡Qué difícil comenzar a entablar conversación, pero menos mal que lo logré! Claro, se trató de una conversación totalmente “light” pero de ahí no podíamos pasar dadas las circunstancias.  Sandra, una de las tías, resultó ser compañera de clase de una de mis primas y ahí agarramos el hilo y no paramos  haciendo memoria de años atrás y  preguntándonos por alguna cara que nos parecía reconocer. ¿Esa señora de rasgos bonitos pero llena de redondeces quién es?, pregunté. Es fulanita, que gorda está ¿no? Ante esas opiniones yo sumía la barriguita y enderezaba la espalda, no fuera que de alguna otra mesa alguien estuviera preguntando por mí. Hasta que llegó la agasajada, regia ella, realmente sorprendida, se llenó de sonrisas. Debo reconocer que Patty, aun siendo ligeramente mayor que yo, sinceramente parece mi hermana menor. El lonche delicioso y todas por supuesto decíamos que estábamos a dieta, pero todo estaba tan rico que pecamos a gusto comiendo de todo “un poquito”.

         En resumen, el té, el local, las arrugas, los años, son lo de menos, lo que vale es la verdadera amistad que nos permite compartir con sencillez los buenos momentos y los de tristeza, alegrarnos y dolernos con quienes llamamos amigas, amistad inquebrantable a pesar de los años transcurridos. No son necesarias las riquezas ni los lujos, simplemente, ser amiga es saberse acogida, escuchada, aceptada. Gracias, chicas, por esa amistad que data de la época de colegialas y que considero un regalo de Dios.

NOTA: Diccionario práctico para jóvenes que desconocen ciertos términos de antaño.
 
(*) “Emperifollada”, decíamos cuando la gente se arreglaba y  enjoyaba un poco exageradamente para asistir a algún acontecimiento importante. Por si acaso, aunque no lo crean, la palabra si existe en el Diccionario de la Real Academia.

(*) Santa Tecla existe, es una santa gallega. No sé desde cuándo ni porque le rezo cada vez que necesito estacionarme en un lugar donde jamás se encuentra espacio, pero la verdad es que nunca me falla.

(*) “Pojchada”, no sé si la palabreja está bien escrita o no, si es quechua o qué, pero es una palabra que usaba mi papá cuando veía a una señora entrada en carnes bien acomodada en un sillón con cara de “de aquí no me saca nadie”.

 
“El amigo es otro yo. Sin amistad el hombre no puede ser feliz” (Aristóteles)

 

DELICIA DE MANZANA


¿Quieres un postre fácil, rápido y que a todo el mundo le guste? Pues nada mejor que la siguiente receta.

INGREDIENTES
  • 5 manzanas grandes verdes, de las llamadas chilenas
  • 1 taza de azúcar
  • 1 taza de harina sin preparar
  • 1 huevo
  • 80 grms de mantequilla
  • 3/4 taza de leche evaporada azul pura
  • Azúcar y canela al gusto

 PREPARACION

          Pelar las manzanas, cortarlas en rajas muy delgadas y acomodarlas en un pyrex cuadrado, espolvoreándolas con una pequeña cantidad de azúcar y canela.

         En un bol poner la  taza de azúcar, la harina y el huevo y mezclar con las manos hasta que quede grumoso. Acomodar esta mezcla sobre las manzanas y llevar al horno a 250° por aproximadamente 30 minutos, hasta que los grumos queden doraditos.

         Hervir la leche en una ollita y aparte derretir la mantequilla en el microondas.

         Una vez que saquen el pyrex del horno, de inmediato verter encima la mantequilla derretida caliente y luego la leche bien caliente.

         Dejar entibiar y servir y si quieren, lo sirven con una bola de helado de vainilla.

 
                                                                         ¡DELI, DELI!

MENSAJE PARA VIVIR


¿Quién no ha oído hablar de la Beata Teresa de Calcuta?
 
Por considerarlo muy hermoso compartimos con ustedes su 


                         MENSAJE PARA VIVIR.


Siempre tengan presente que:


La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco,
los días se convierten en años…
pero lo importante no cambia,
tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.
Detrás de cada línea de llegada, hay una partida.
Detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés vivo, siéntete vivo.
Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.
No vivas de fotos amarillas…
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar bien, usa el bastón.
¡PERO NUNCA TE DETENGAS!