LOS TAITANTOS AÑOS DE PATTY




            Llegué emperifollada (*) a la hora indicada al hotel 5 estrellas en Miraflores al que me habían invitado; estacioné - gracias a la eficacia de Santa Tecla (*) - justo enfrente de la puerta del hotel. Poco elegante llegar manejando mi pequeño carro, hubiera sido muy chic que me llevara el chofer, pero la verdad es que no lo puedo solventar.

          Ingresé al enorme lobby de reluciente piso con temor a resbalarme y hacer tremendo papelón, pero menos mal que aguanté. Estas fiestas rimbombantes no son de mi agrado pero no podía dejar de ir cuando fui invitada a la “sorpresa” con mucha anticipación y cariño por las hijas de la cumpleañera. Fui recibida amorosamente por una de ellas; di un rápido vistazo y no conocía a nadie entre las varias “chicas” que ya estaban “pojchadas” (*) alrededor de las mesas. Ella muy solícita me preguntó con quienes me quería sentar y le dije que no veía ninguna cara conocida, que ella decidiera. Y mientras ella pensaba donde colocarme, dentro de mi pensaba: “rápido, hija, ¿dónde me sientas? porque los tacones altos empiezan a molestarme”. Salomónicamente optó por ubicarme con sus tías a las que yo no veía desde hace mil años cuando se casó mi amiga. ¡Qué difícil comenzar a entablar conversación, pero menos mal que lo logré! Claro, se trató de una conversación totalmente “light” pero de ahí no podíamos pasar dadas las circunstancias.  Sandra, una de las tías, resultó ser compañera de clase de una de mis primas y ahí agarramos el hilo y no paramos  haciendo memoria de años atrás y  preguntándonos por alguna cara que nos parecía reconocer. ¿Esa señora de rasgos bonitos pero llena de redondeces quién es?, pregunté. Es fulanita, que gorda está ¿no? Ante esas opiniones yo sumía la barriguita y enderezaba la espalda, no fuera que de alguna otra mesa alguien estuviera preguntando por mí. Hasta que llegó la agasajada, regia ella, realmente sorprendida, se llenó de sonrisas. Debo reconocer que Patty, aun siendo ligeramente mayor que yo, sinceramente parece mi hermana menor. El lonche delicioso y todas por supuesto decíamos que estábamos a dieta, pero todo estaba tan rico que pecamos a gusto comiendo de todo “un poquito”.

         En resumen, el té, el local, las arrugas, los años, son lo de menos, lo que vale es la verdadera amistad que nos permite compartir con sencillez los buenos momentos y los de tristeza, alegrarnos y dolernos con quienes llamamos amigas, amistad inquebrantable a pesar de los años transcurridos. No son necesarias las riquezas ni los lujos, simplemente, ser amiga es saberse acogida, escuchada, aceptada. Gracias, chicas, por esa amistad que data de la época de colegialas y que considero un regalo de Dios.

NOTA: Diccionario práctico para jóvenes que desconocen ciertos términos de antaño.
 
(*) “Emperifollada”, decíamos cuando la gente se arreglaba y  enjoyaba un poco exageradamente para asistir a algún acontecimiento importante. Por si acaso, aunque no lo crean, la palabra si existe en el Diccionario de la Real Academia.

(*) Santa Tecla existe, es una santa gallega. No sé desde cuándo ni porque le rezo cada vez que necesito estacionarme en un lugar donde jamás se encuentra espacio, pero la verdad es que nunca me falla.

(*) “Pojchada”, no sé si la palabreja está bien escrita o no, si es quechua o qué, pero es una palabra que usaba mi papá cuando veía a una señora entrada en carnes bien acomodada en un sillón con cara de “de aquí no me saca nadie”.

 
“El amigo es otro yo. Sin amistad el hombre no puede ser feliz” (Aristóteles)

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me siento totalmente identificada, ja, ja

Anónimo dijo...

me encanto, siento como si hubiera estado alli. Felicitaciones!

Anónimo dijo...

Linda descripción, muy vívida, casi se puede decir que una ha estado allí. Los sentimientos de la verdadera amistad se comparten totalmente.