¡QUE MATEN A LOS VIEJOS!



         Los dichos de mi mamá (uyuyuyyyy, ¡historia antiquísima…!) eran muy graciosos y acertados y tenía uno para cada ocasión. Por ejemplo, cuando se destapaba algún secreto bien guardado ella solía decir: “Cuando no quieran que se sepan las cosas ¡que maten a los viejos!”  Parece, pues, que no solo ahora los chismes de comadres son pan de cada día, si no que también antaño las señoras padecían del mismo mal.
         Lástima, pues, que ya no pueda decirle a las señoras de antes lo que sí puedo compartir con las de ahora, esto es, el sabio consejo de Sócrates que a continuación transcribo:
         “En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?
         Espera un minuto, replicó Sócrates. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.    ¿Triple filtro? Preguntó el conocido. Correcto, continuó Sócrates. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro.
         El primer filtro es la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?  No, dijo el hombre, realmente solo escuché sobre eso y... Bien dijo Sócrates. Entonces realmente no sabes si es cierto o no.
         Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el filtro de la bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?    No, por el contrario...  Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto.
         Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el filtro de la utilidad. ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?   No, la verdad que no.  Bien, concluyó Sócrates, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil ¿para qué querría yo saberlo?
Consejito:
Debemos contar hasta diez antes de pasar bolas de las que no estamos seguras que son ciertas. ¡Cuánto mal podemos hacer si no controlamos nuestras lenguas!

        
        
        

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